Alex Lora, efigie viviente

*La estatua de Alex Lora tiene un hogar entre las calles empedradas del viejo Barrio de Analco, uno de los primeros asentamientos indígenas en Puebla

Carolina Miranda

Puebla, Pue.- “Mamá prende la grabadora” que Alex Lora está en Puebla. En el mítico Barrio de Analco, se encuentra una estatua en honor al poblano que nos hizo sacar la chamarra de cuero y creer que las piedras rodando se encuentran.

En un camellón adornado por jacarandas, casi llegando al Puente de Ovando, se encuentra el exponente del rock mexicano más conocido en Latinoamérica: Alex Lora: José Alejandro Lora Serna, nacido en Puebla en 1952 cuando el rock se tocaba en cuarteto y con traje de sastre.

Con la vista hacia el cielo, la estatua de bronce parece gritar: ¡Qué viva el rock and roll!, mientras sostiene una guitarra. El monumento es el reflejo de 50 años de trayectoria, de aplausos y de canciones que han acompañado a los mexicanos por generaciones, que le dieron una identidad al rebelde sin causa de la casa, a la oveja negra con talento, a los jóvenes que esperaban su camión en la terminal del ADO.

La estatua de Alex Lora tiene un hogar entre las calles empedradas del viejo Barrio de Analco, uno de los primeros asentamientos indígenas en Puebla, entre el hotel “Al otro lado del Río” y el Restaurante “El Maestro Asador”.

El ir y venir de los autos y de la gente no han ajetreado el ambiente, caminar por el corredor aún es una experiencia relajante y placentera, pues los árboles y las casonas antiguas son el complemento perfecto para pintar el paisaje del que es merecedor Alex Lora, un poblano que ha puesto en alto el estado, la música y el poder del rock.

La miniserie “Rompan Todo: la historia del rock en América Latina”, le atribuye tocar rock cuando la moda hippie inundaba las calles, la ropa, la ideología y la conducta de los jóvenes.  El cabello largo era sinónimo de rebeldía, los colores de paz y alegría y la música poco a poco comenzaba a ser más estridente.

Como suele pasar, México no se quería quedar atrás de Estados Unidos y repitió la fórmula del Festival de Woodstock y en 1971 creó el propio: Avándaro. Ahí, Alex Lora participó con la banda que había integrado “Three Souls in My Mind”, con canciones en inglés de su autoría; fueron los últimos en presentarse.

Doscientos cincuenta mil jóvenes asistieron a la convocatoria; luego del festival vino la represión para el rocanrol y se crearon los “hoyos fonky”, bautizados así por Parménides García Saldaña y Fito de la Parra, lugares subterráneos alternos donde músicos y jóvenes podían tocar, bailar y cantar sin miedo a los prejuicios, lo que dio la oportunidad de crear otro tipo de ambiente y de música.

El festival de Avándaro fue el parteaguas para todas las bandas que se presentaron y sobre todo para Alex Lora quien decidió crear “El Tri”, de la Virgen de Guadalupe, el estandarte que lo ha acompañado a lo largo de su carrera. Tanto fue el impacto del festival que hasta crearon la canción “La Encuerada de Avándaro”.

Según Andrés Calamaro, “El TRI” es el papá del rock mexicano y del rock castellano, pues se atrevió a hacer rock en los momentos más difíciles para la historia de la música mexicana.

En 2018 en el aniversario 50 de su carrera artística y luego de un concierto en el Palacio de los Deportes en la Ciudad de México, que duró 6 horas con lleno total, Alex Lora regresó a su ciudad natal para develar su estatua, elaborada por el escultor Alejandro Rivera Vilchis, quien plasmó su nombre en la pierna derecha de la figura y que hoy representa el cambio de paradigma que vivió la juventud mexicana.

Acompañado por su inseparable esposa Celia Lora, fue testigo que la leyenda del rock estuviera presente en el corredor artístico, pues también cuenta con una estatua en la Ciudad de México y en Los Ángeles en Estados Unidos.

Mientras tanto, los poblanos lo siguen homenajeando en cada fiesta con su “triste de canción de amor”, que le brinda consuelo a todo aquel despechado que sufre.

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